viernes, 6 de julio de 2007

Amanece el gigante...

Hola, Corazones!! (imagínenme como la Anna (y su apellido impronunciable), xo en morena y menos alta... ejem.. mejor no me imaginen como esa...)
Aquí les traigo el barraquito de la tarde (aunque más bien es casi noche jajajaja! ¿un cafecito con leche para dormir bien? xD). Es una noticia que me gustó mucho cuando la leí en el periódico on-line de El Día (después dicen que no me culturizo ¬¬), y que hacía mención a la celebración por el nombramiento del Teide como Patrimonio Mundial de la Humanidad (aiiiiisss, que bien le queda ese título). Y como el nota que escribió el artículo no tenía ganas de oír a Los Sabandeños en el concierto gratuito que organizó el cabildo de Tenerife por tal nombramiento, pues se fue de noche a Las Cañadas, y con un buen par de ******, unas botas de montaña y un makuto que era más grande que él, estuvo subiendo el Teide toda la noche, hasta llegar a ver el amanecer desde el pico más alto de España.
La verdad, es que me gustó mucho el artículo, y quería compartirlo con tod@s ustedes. Espero que lo disfruten igual que lo hice yo.
Besossssss!!!

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Amanece el gigante

El Teide, recién nombrado Patrimonio Mundial. La Luna, casi llena. El cielo, totalmente estrellado. Época estival. Todas estas variantes confluyeron para intentar cumplir un deseo: ascender a la cumbre, de noche y en solitario.

J.C. GARCÍA, S/C de Tenerife

Madrugada del viernes. Tras más de media hora de caminata con la respiración aún fluida y los pasos rítmicos sobre la pista como únicos sonidos, y mi sombra alargada como única compañía, me detengo por un instante, observo y reflexiono. A mi alrededor, la más absoluta soledad. La luz de una Luna casi llena deja entrever perfiles del paisaje que varían entre los grisáceos y los negruzcos. ¿Qué hago yo aquí a estas horas? Allá en la capital, en Santa Cruz, debe estar concluyendo el acto festivo organizado en la plaza de España para celebrar la inclusión del Parque Nacional del Teide en la lista de lugares Patrimonio Mundial de la Humanidad. Yo, en cambio, me he propuesto celebrarlo de forma distinta, tan especial para mí como incomprendida para otros: ascender hasta la cima, de noche y en solitario. La empresa no se torna tan difícil como exigente.

Prosigo la andadura por Montaña Blanca. Cielo estrellado y una temperatura que ronda los diez grados. Si, como se describe habitualmente, este escenario se asemeja al paisaje lunar, es ahora cuando adquiere toda su verosimilitud. Aridez, terreno pedregoso, sombras lunares y silencio total conforman una imagen surrealista. Alcanzo la base del Teide.

A partir de aquí comienza le verdadera ascensión. La Luna, que hasta ahora me ha alumbrado el camino, tiende a ocultarse tras la gran pirámide.

Hago uso de la linterna. Aunque no reparo en ello, la luna no la volveré a ver. Una sensación extraña me embarga. No hay vuelta atrás. Sigo el zigzagueo del sendero. Paro. Respiro profundamente. Como frutos secos y bebo agua. Esta operación la repito en varias ocasiones.
Llevo tres horas caminando y me acerco al refugio, situado por encima de los tres mil metros. Está cerrado por reformas. Me cambio la camiseta empapada por una seca y sigo. Por el horizonte clarea. No hay tiempo que perder. Al alba refresca. La altura, el cansancio y la falta de sueño comienzan a hacer mella. Un año sin mover un músculo es mucho tiempo. El azul se hace intenso y poco a poco deja paso una línea rojiza. La cuentas no me salen y no llegaré a la cumbre antes del amanecer.

Despuntan los primeros rayos y el cono del Teide, que logro ver por fin, se tiñe de tonos naranjas. Llego al teleférico y afronto la última dificultad con cierta ansiedad.

La sensación al hollar la cumbre es diferente a otras ocasiones. Por primera vez estoy solo. Un mar de nubes se extiende en todas direcciones. El olor a azufre que desprenden las fumarolas en el cráter es intenso por momentos. Disfruto el momento. Despliego el periódico. La Unesco dijo sí. Y yo también.

A las 9:30 abandono la cota más alta de España. Aún sobre el cráter advierto por primera vez la presencia humana. Cuatro jóvenes franceses enfilan los últimos metros. Saludo de rigor. Más adelante, unas voces delatan que la procesión diaria ya ha comenzado. Esta vez se trata de una familia alemana. Cautivos de lo que se les abre ante sus ojos no advierten mi presencia cuando paso a su lado y comienzo a descender por la rambleta. Arriba, los paisanos de Sarkozy y Merkel compartirán por unos momentos la cumbre.

Hasta llegar al teleférico me cruzo con tres grupos de jóvenes -dos de ellos extranjeros, el otro peninsular-, un adolescente y su madre y dos chicas veinteañeras que hablan inglés. Me acerco al puesto que controla el acceso al pico. Una pareja, también foránea, que debe frisar los setenta, tras confirmar su permiso, alza la vista sin mucho ánimo.

Le explico al encargado del acceso que he subido desde Montaña Blanca de noche. Una breve conversación con él me corrobora lo que sospechaba. El jueves por la mañana, compañeros de los medios subieron en el teleférico para apoyar la noticia. De esta forma, EL DÍA ha sido también el primero en amanecer en la cumbre del Teide tras ser declarado Patrimonio Mundial.

Arriba, en el cráter, sigue durmiendo mi sueño, nuestro sueño.

1 comentario:

jesus dijo...

sin palabras.....